Cuando nuestro perro o nuestro gato nos lamen, nos están
mostrando su cariño. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con la lengua
del perro, completamente suave, la lengua del gato es áspera y rugosa, e
incluso un poco dura al tacto.
La aspereza de la lengua del animal viene dada por las
papilas cónicas que recubren su parte central, que están compuestas por
queratina, la misma sustancia que hace que nuestras uñas sean duras, y son
estas papilas las que confieren esta textura tan especial a la lengua de nuestro
gato, textura que no es un capricho de la naturaleza, sino que tiene varias
funciones.
En primer lugar, ayuda al gato a beber. Los perros, cuando
beben, utilizan la lengua como si fuera una cuchara, recogiendo con ella el
líquido. Los gatos, por el contrario, simplemente sumergen la lengua en el agua
o la leche y beben el líquido que queda atrapado entre las rugosidades de la
misma.
Por otro lado, la lengua también les sirve para alimentarse,
ya que su aspereza les permite retirar la carne del hueso de su presa, algo que
podemos observar en los grandes felinos cuando cazan.
La lengua también es una herramienta imprescindible para que
el gato se asee correctamente, ya que las utiliza a modo de peine cuando se
lame el pelo, arrancando y eliminando los pelos muertos. Esto lo consiguen
porque la saliva retenida entre las rugosidades de la lengua ayuda a ablandar
el pelo, lo que les permite lucir siempre un pelaje brillante y cuidado, al
tiempo que les permite controlar su temperatura corporal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario